Soy egoísta cuando me obsesiono en lo que no tengo y no me fijo en todo cuanto poseo.
Soy egoísta cuando pienso que soy la persona más desgraciada del mundo y no me doy cuenta que hay seres muy desafortunados que no pueden ni quejarse.
Soy egoísta cuando pienso que lo que hago es lo mejor y que yo estoy por encima de todo, incluso del bien y del mal.
S.O.S.
Don't Panic.
viernes, 23 de diciembre de 2011
miércoles, 23 de noviembre de 2011
Tengo ganas...
No quiero decir lo cansada que estoy de todo, ni de todos. No quiero decir lo harta que estoy de aquello y ellos. No me apetece decir las pocas ganas que tengo de esto y de ti.
Tengo ganas de echarlo de menos, de echaros de menos, de echarte de menos y de echarme de menos. tengo ganas de añorarlo todo. En ese momento sabré que todo ha acabado y sufriré sus consecuencias.
Tengo ganas de echarlo de menos, de echaros de menos, de echarte de menos y de echarme de menos. tengo ganas de añorarlo todo. En ese momento sabré que todo ha acabado y sufriré sus consecuencias.
martes, 8 de noviembre de 2011
Desubicada
Es ese sentimiento agudo que te hace un nudo en el estómago. Es esa razón por la que prefieres estar encerrada en tu casa, metida en la cama, intentando no pensar en el futuro y quedarte inconsciente. Todas esas veces que he deseado que la tierra me tragase o desaparecer en un segundo, todas aquellas se intensifican en el presente. Mi presente. Sí, obro insegura porque mi mente no da para más. Creo quimeras sin fin en las que me intento refugiar, resultando ser una trampa de mi subconsciente. E incluso a veces llego a imaginarme mi vida de otra manera, una pura mentira, y llegar a creérmela tanto que no se hasta que punto es mi propia creación o la cruda realidad.
Me siento descolocada un mundo en el que parece no haber término medio, en el que las cosas son siempre negras o blancas y todas las cosas que hagas se pueden tornar a tu contra con sumo movimiento imprevisto.
Sí, estoy parada en la frontera de dos mundos. Uno, el mío, creado por mi mente y mis recuerdos. El otro, la realidad incierta en la que habito.
Lo veo cada día al mirarme en el espejo. Mi reflejo me resulta desconocido, como si lo hubiese olvidado por completo. Me siento ajena a mi apariencia, a mi propia apariencia!
Algunas veces creo que estoy sola en el camino, en medio de una enorme masa de gente, pero sola. Sin nadie relativo a mí misma. Nadie que me haga recordar los buenos momentos. Vago por los callejones del olvido sin un destino fijo. Sin una meta clara en la que fijar mis sentidos. Me escondo entre pilas y pilas de libros, donde único encuentro reposo.
Sin raíces. Como un hierbajo arrancado.
Me siento descolocada un mundo en el que parece no haber término medio, en el que las cosas son siempre negras o blancas y todas las cosas que hagas se pueden tornar a tu contra con sumo movimiento imprevisto.
Sí, estoy parada en la frontera de dos mundos. Uno, el mío, creado por mi mente y mis recuerdos. El otro, la realidad incierta en la que habito.
Lo veo cada día al mirarme en el espejo. Mi reflejo me resulta desconocido, como si lo hubiese olvidado por completo. Me siento ajena a mi apariencia, a mi propia apariencia!
Algunas veces creo que estoy sola en el camino, en medio de una enorme masa de gente, pero sola. Sin nadie relativo a mí misma. Nadie que me haga recordar los buenos momentos. Vago por los callejones del olvido sin un destino fijo. Sin una meta clara en la que fijar mis sentidos. Me escondo entre pilas y pilas de libros, donde único encuentro reposo.
Sin raíces. Como un hierbajo arrancado.
domingo, 6 de noviembre de 2011
Volátil
Sí, una palabra lo dice todo. Siete letras.
Sin características propias, es decir, sin personalidad, te aferras a lo ajeno.
Sin características propias, es decir, sin personalidad, te aferras a lo ajeno.
miércoles, 26 de octubre de 2011
Stop.
Taxi! Wait for me, please.
Tus desequilibrios me sacan de quicio.
Deja de gastar tiempo en mí, no he pedido que me esperes.
Tus desequilibrios me sacan de quicio.
Deja de gastar tiempo en mí, no he pedido que me esperes.
sábado, 15 de octubre de 2011
Mármol.
Sí, me gusta el azul. Hoy es un día azul. Mi color favorito.
Me gustan los corazones de gominola.
Me gusta el verano.
Me gusta reír sin parar.
Me gusta poder hablar de todo.
Me gusta caminar descalza por la playa.
Me gusta zambullirme en el mar.
Me gusta el olor de las piscinas.
Me gusta el jamón serrano.
Me gusta mirarme en el espejo por la mañana.
Me gusta pintar.
Hoy soy muy feliz.
BMS, Gracias.
Me gustan los corazones de gominola.
Me gusta el verano.
Me gusta reír sin parar.
Me gusta poder hablar de todo.
Me gusta caminar descalza por la playa.
Me gusta zambullirme en el mar.
Me gusta el olor de las piscinas.
Me gusta el jamón serrano.
Me gusta mirarme en el espejo por la mañana.
Me gusta pintar.
Hoy soy muy feliz.
BMS, Gracias.
domingo, 9 de octubre de 2011
viernes, 30 de septiembre de 2011
El amanecer queda cerca de la playa.
Dulce brisa de principios de otoño colorea mis mejillas de ocres y dorados.
Agua fría como el hielo hace que mi cuerpo se suma en el más profundo de los abismos.
Arena suave inunda mi piel de extrañas sensaciones.
Yo quise cambiar el mundo, y tal vez ese mundo me cambió.
Giro la cabeza y lo veo avanzar.
Armonía en cada uno de sus pasos.
Brillo en sus ojos.
Pero una mueca seria en su cara.
Yo quise cambiar el mundo, y tal vez ese mundo me cambió.
Se sienta a mi lado. Distante. Parece una sombra de sí mismo.
Con la yema de los dedos roza la arena recién mojada.
Moja sus labios resecos con la punta de la lengua.
Yo quise cambiar el mundo, y tal vez ese mundo me cambió.
No sé dónde voy a ir. Estoy perdida, sin saber quién soy.
Le miro en busca de respuestas y posibles reproches que me hagan saber que sigue vivo.
Se queda parado, tal y como estaba antes. Pero ahora poseé un brillo especial en sus ojos avellana.
Yo quise cambiar el mundo, y tal vez ese mundo me cambió.
Poso mi mano derecha en su hombro. Luego la izquierda.
Se estremece y noto como un escalofrío recorre su columna vertebral.
Entonces cierra los ojos muy fuerte, como si quisiese que le tragase la tierra.
Yo quise cambiar el mundo, y tal vez ese mundo me cambió.
Le abrazo, pero él sigue inmóvil.
Sigo abrazándole. Intento apretar lo suficientemente fuerte como para que se de cuenta.
No hay reacción alguna en su cuerpo.
Una lágrima furtiva escapa de su prisión en el lagrimal.
Yo quise cambiar el mundo, y tal vez ese mundo me cambió.
Agua fría como el hielo hace que mi cuerpo se suma en el más profundo de los abismos.
Arena suave inunda mi piel de extrañas sensaciones.
Yo quise cambiar el mundo, y tal vez ese mundo me cambió.
Giro la cabeza y lo veo avanzar.
Armonía en cada uno de sus pasos.
Brillo en sus ojos.
Pero una mueca seria en su cara.
Yo quise cambiar el mundo, y tal vez ese mundo me cambió.
Se sienta a mi lado. Distante. Parece una sombra de sí mismo.
Con la yema de los dedos roza la arena recién mojada.
Moja sus labios resecos con la punta de la lengua.
Yo quise cambiar el mundo, y tal vez ese mundo me cambió.
No sé dónde voy a ir. Estoy perdida, sin saber quién soy.
Le miro en busca de respuestas y posibles reproches que me hagan saber que sigue vivo.
Se queda parado, tal y como estaba antes. Pero ahora poseé un brillo especial en sus ojos avellana.
Yo quise cambiar el mundo, y tal vez ese mundo me cambió.
Poso mi mano derecha en su hombro. Luego la izquierda.
Se estremece y noto como un escalofrío recorre su columna vertebral.
Entonces cierra los ojos muy fuerte, como si quisiese que le tragase la tierra.
Yo quise cambiar el mundo, y tal vez ese mundo me cambió.
Le abrazo, pero él sigue inmóvil.
Sigo abrazándole. Intento apretar lo suficientemente fuerte como para que se de cuenta.
No hay reacción alguna en su cuerpo.
Una lágrima furtiva escapa de su prisión en el lagrimal.
Yo quise cambiar el mundo, y tal vez ese mundo me cambió.
domingo, 25 de septiembre de 2011
Miedo.
Tengo miedo a lo ajeno. Tengo miedo del "qué dirán". Le tengo miedo al futuro. Le tengo miedo al porvenir. Le tengo miedo al pasado. Tengo miedo a la oscuridad.
Soy muy inestable. Lo sé. Puede que por ello tenga miedo. Puede que por ello note una pinza en la boca del estómago, que me tira y me quita el hambre. Puede que simplemente sea la rutina la que me de miedo. Puede que no tenga miedo a nada y es eso lo que me aterra.
Pueden ser tantas cosas en este momento. Tantas.
Soy muy inestable. Lo sé. Puede que por ello tenga miedo. Puede que por ello note una pinza en la boca del estómago, que me tira y me quita el hambre. Puede que simplemente sea la rutina la que me de miedo. Puede que no tenga miedo a nada y es eso lo que me aterra.
Pueden ser tantas cosas en este momento. Tantas.
jueves, 8 de septiembre de 2011
Hoy, un día más.
Hoy, un día más. Hoy, verde esmeralda. Hoy, vida y olvido. Hoy, inmenso resplandor. Hoy he tomado una importante decisión que cambiará mi vida. Hoy, he dejado dos cosas atrás. Dos experiencias, dos de las mejores cosas que he vivido. Una, con la que me empeñé en apostar. Di crédito a cada una de sus locuras. Pero eso fue hace mucho tiempo. Con ese mismo tiempo, ella decidió olvidar. Un trágame tierra dejó caer y tres mil millones de miradas de reproche me lanzó. Un kilómetro que parece ser tres mil. Catorce pasos que parecen ser cien. Una vida casi entera que ahora, al parecer, ha olvidado. Una vida que ha dejado atrás. Una vida que a ella no le vale. Mil cosas hice, que no han servido de nada. Sí, fui ingenua. Algo tan volátil no iba a querer estar conmigo para siempre. No iba a querer contarme todo para siempre. No iba a estar ahí como yo lo he hecho. Yo intenté ayudarla a mantener los pies en el suelo. Fui sincera, e intenté hacer todo cuan tuviera en mi mano. Pero no le sirvió, nada de lo que hice, lo menospreciaba. Entonces yo desistí, y dejé pasar el tiempo. Pero nada cambió, yo seguí siendo la misma y todo siguió igual, pero ella ya no tocaba el suelo, volaba demasiado alto. Intenté advertirle que la caída es más grande cuánto más subas, pero yo le daba igual. Me hice daño a mí misma. Ella me hizo daño.
La segunda cosa, siguió el mismo camino que la primera. Malas maneras, carácter fuerte.
Hoy digo adiós y hasta nunca a esas dos cosas. Me costará no recaer, pero lo debo hacer.
No os echaré de menos.
La segunda cosa, siguió el mismo camino que la primera. Malas maneras, carácter fuerte.
Hoy digo adiós y hasta nunca a esas dos cosas. Me costará no recaer, pero lo debo hacer.
No os echaré de menos.
lunes, 11 de julio de 2011
Me consume...
jueves, 9 de junio de 2011
domingo, 15 de mayo de 2011
Ojos de amargura.
Ciencias inciertas. Respuestas cortas. Puñaladas. Sentimientos ambiguos. Nervios afloran. Tu cuerpo se resiente.
Ojos de amargura.
Ojos de amargura.
viernes, 22 de abril de 2011
Todo lo que sube, baja. Lo que viene, va.
La alegría, una de las mayores trampas emocionales que existen. Una de las peores. Me atrevería a decir que es la más tenebrosa. El periodo de tiempo en el que se encuentra es efímero. De poca duración. Que es eclipsado por aquellos momentos en los que tienes el "mono". En los que no sabes que debes hacer, tu existencia es una tremenda nube gris, cargada de agua, que espera ansiosa a que llegue el momento exacto. El momento perfecto. Aquel en el que "choca" con otra para generar un rayo que haga que tu alma expire. Que los ojos se queden en blanco.
En ese momento en el que va. Se va. Nada tiene sentido, no. Se materialista, realista; ¿qué puedes hacer? Solo una opción. Plantéatela. Es rápida y eficaz. Saboréala. Venganza, vendetta.
Todo lo que sube, baja. Lo que viene, va. Vete, por favor. No aguanto este sentimiento. Ojalá acabe esta tortura. Ahora.
R.
En ese momento en el que va. Se va. Nada tiene sentido, no. Se materialista, realista; ¿qué puedes hacer? Solo una opción. Plantéatela. Es rápida y eficaz. Saboréala. Venganza, vendetta.
Todo lo que sube, baja. Lo que viene, va. Vete, por favor. No aguanto este sentimiento. Ojalá acabe esta tortura. Ahora.
R.
sábado, 16 de abril de 2011
Ausencia.
Que el alma se despegue del cuerpo y eche rienda suelta a su imaginación, y vuele libre por los recovecos del amanecer no es algo cotidiano. Claro, eso tiene su lado positivo, evidentemente, si se trata de que tú eres el alma. Pero... ¿qué pasa con el cuerpo?
¿Es acaso la ausencia la muerte?
Grau, grey, gris.
¿Es acaso la ausencia la muerte?
Grau, grey, gris.
jueves, 14 de abril de 2011
Él.
Él es él. Único, silencioso. Amable. Sincero. Tranquilo, expresivo. Cariñoso y simpático.
Único cuando lo miro, me mira y sonreímos. Cuando lo veo, y, aunque el cielo se esté cayendo o la tierra se esté rajando por la mitad sonrío. Silencioso cuando aparece por mi espalda y me susurra un tímido "hola". Amable cuando me escucha y comprende cada una de las miles de cosas que le cuento. Sincero cuando me toca con sus manos y me dice, "Para, no?". Cuando se ríe y cierra los ojos almendrados y el tiempo se para durante un segundo. Tranquilo cuando mira al horizonte ansioso por saber su futuro. Su futuro. Expresivo cuando con una mirada se que está feliz. Cariñoso cuando siempre se acuerda de mí, y simpático cuando es él mismo.
Sí, eres tú. No me había dado cuenta.
Gusa, siempre.
Único cuando lo miro, me mira y sonreímos. Cuando lo veo, y, aunque el cielo se esté cayendo o la tierra se esté rajando por la mitad sonrío. Silencioso cuando aparece por mi espalda y me susurra un tímido "hola". Amable cuando me escucha y comprende cada una de las miles de cosas que le cuento. Sincero cuando me toca con sus manos y me dice, "Para, no?". Cuando se ríe y cierra los ojos almendrados y el tiempo se para durante un segundo. Tranquilo cuando mira al horizonte ansioso por saber su futuro. Su futuro. Expresivo cuando con una mirada se que está feliz. Cariñoso cuando siempre se acuerda de mí, y simpático cuando es él mismo.
Sí, eres tú. No me había dado cuenta.
Gusa, siempre.
miércoles, 13 de abril de 2011
Ego.
Cada vez que pienso en su cara cuando lo dijo, algo en mí se revuelve y tiene ganas de gritar. Gritar, decirle al mundo lo que siento por ti. Asco. Sí, asco. ¿Qué te creías?, ¿que todo en la vida es eterno? No, lo siento mucho. Sí, te llevas un palo cuando te das cuenta de ello. El mar no es eterno, el horizonte, tampoco, tu ego, en absoluto, mis ojos, ni mucho menos.
Parpadeas, enmudeces. ¿Quieres saber algo? Me repudias, por muy atractivo que seas. No, no, tus besos no sirven de nada. No te das cuenta de nada. Intentas ser sutil, espontáneo. No lo eres.
Te odio. Azul cielo.
Parpadeas, enmudeces. ¿Quieres saber algo? Me repudias, por muy atractivo que seas. No, no, tus besos no sirven de nada. No te das cuenta de nada. Intentas ser sutil, espontáneo. No lo eres.
Te odio. Azul cielo.
sábado, 12 de marzo de 2011
Frío
Estás sola, en un bosque. Sientes que tu alma se desvanece, se evapora. Sale precipitadamente de tu ser. Entonces comienzas a tiritar, rozas con la yema de los dedos tu piel. Congelada. Intentas taparte, entrar en calor. En vano, el frío sale de tu interior. Emanas soledad y frío. Huyes, notas el crujir de las hojas muy cerca. Gritas, lloras. Amas, ríes. Todo en un segundo.
Efímero, grumosa palabra.
Sí, querida, lo que sientes es soledad.
Red, rot, rojo. Cler.
Efímero, grumosa palabra.
Sí, querida, lo que sientes es soledad.
Red, rot, rojo. Cler.
viernes, 11 de marzo de 2011
Flor de papel
El sentimiento ambiguo. Efímero. Tantos matices en una sola palabra.
Necesito claridad, en este instante...
Necesito claridad, en este instante...
lunes, 7 de febrero de 2011
Standby.
Pausa y Standby. Quieta, inmóvil, estoy quieta en medio de una acción muy cotidiana, mirarme al espejo. No tan cotidiana si de repente lo que te rodea se detiene. En esos momentos en los que notas que un segundo es eterno.
Mis ojos se clavan en los míos. Nunca me había parado a pensar en la mirada tan fría que tengo.
De la misma manera en la que entré en ese modo, salí del mismo.
miércoles, 19 de enero de 2011
Humedad- Primera Parte.
El barro ensuciaba mis pies descalzos. La humedad hacía que se me empañase la vista. Avanzaba entre la vegetación con paso tranquilo.
El lugar estaba lleno de miles de animales inverosímiles, ranas transparentes, serpientes con plumas, pájaros con pies... Todo aquello parecía sacado de una novela de Neil Gaiman. Las plantas de esa especie de selva tropical no poseían hojas verdes, sino rosas y sus flores eran enormes; con estambres larguísimos y pétalos aterciopelados. Era todo tan familiar.
Iba semidesnuda; mi torso estaba cubierto con un sencillo vestido de tul negro que me llegaba por las rodillas. Era precioso, pero a la vez tan increíble.
Seguía avanzando, pues, por entre la maleza. Un enorme claro se abrió ante mis ojos. Me tumbé en el suelo húmedo. Desde esa perspectiva todo era aún más impresionante. De repente, un pequeño gato se sentó a mi lado. Ronroneaba.
Me levanté, y aupé a tan pequeña criatura. El minino saltó a mis brazos. Lo tenía cogido como un bebé. Era tan agradable, no quería que se acabase; que aquella sensación de no esperar nada y sentirse tan feliz no se fuera nunca. Jamás.
Avanzaba con el gatito en mis brazos entre los árboles. Todo era tan familiar. Yo había estado allí antes, eso era seguro, pero, ¿cuándo?.
Mis pies se movían solos, sabían cual era la meta, mi destino. Decidí seguirlos. Después de un rato llegué a una zona extremadamente frondosa. No se podía no caminar. Aquello no impidió que , entre el follaje, lo viera. Un escalofrío recorrió mi espalda. El precioso felino se estremeció, y despertó de su siesta. Sí, era él.
Con una daga que sacó del pantalón, cortó las ramillas y tronquillos que se encontraban entre nosotros. Ya con el camino despejado, se acercó, y, como siempre, se quedó ahí parado mirándome con esos impenetrables ojos azules. Decidí mantener la mirada fija en los suyos. Bajó la mirada. -“¿Qué haces aquí?”- preguntó con un tono desagradable. -“Y tú, ¿qué haces tú aquí?”- pregunté a la defensiva. Sin respuesta. -“¿Qué haces así vestida? ¿No tienes frío?”-Dijo él, cambiando de tema. -“No sé, pero, la verdad es que me encuentro un poco fría.”- respondí.
De una pequeña maletita que llevaba a la espalda, que pasaba desapercibida, sacó un precioso vestido azul de terciopelo, parecía hecho con los pétalos de las flores del lugar.
-“Toma, póntelo, es un vestido un tanto más abrigado.” . -“Gracias”- respondí suavemente.
Me fui con el nuevo vestido a un rincón tapado para cambiarme. Era de ensueño; las mangas, un poco rasgadas hacían que pareciese un ángel negro. Una cosa que me extrañaba, era que el vestido era de mi talla, es decir, me quedaba como un guante.
- “Te queda bien- afirmó- ahora podemos irnos a la cabaña.”. –“¿A la cabaña? ¿¡Quieres decirme que en este lugar tan extraño tienes una cabaña!?”- pregunté asombrada.
Sin respuesta. Se giró sobre sus talones y comenzó a andar. Yo seguía pasmada, y, como no quería estar sola, decidí seguirle. Después de unos cuantos minutos llegamos a la cabaña. Estaba completamente hecha de madera. Era bastante pequeña, pero tenía un aspecto de lo más acogedor. De pronto, me sentí muy cansada, tenía unas ganas locas de entrar ahí dentro al calorcito de la chimenea que sobresalía del tosco tejado.
De la misma maletita sacó una llave muy grande, tenía el aspecto de ser muy antigua. La empuñó con firmeza y entramos en la cabaña. Dentro, todo estaba muy oscuro y caí en la cuenta de que no había electricidad. Un par de velas iluminaban la pequeña estancia, que hacía las veces de salón, comedor y cocina. Al fondo, se veía un pequeño desván al que se accedía por una escalerilla de mano, también de madera. Parecía el dormitorio.
-“¿Vives aquí?”- pregunté extrañada. - “Sí,- respondió cálidamente- es una especie de refugio. ¿Te gusta?”. - “La verdad es que no está mal,- dije- ¿sabes cocinar?. Me muero de hambre.”
Se dio la vuelta y se acercó a la minúscula cocina y empezó a trastear. Entre mis brazos, el gato estaba revolviéndose. Lo dejé en el suelo. Salió corriendo y fue a una esquinita a acurrucarse. De la cocina empezó a salir un olorcillo apetitoso. Olía a carne a la parrilla. Mi estómago rugía sin parar. La comida ya estaba lista. Sacó dos platos y colocó las piezas de carne. Colocó un sencillo mantel dos vasos y, como no, los platos. La carne estaba exquisita. Me la acabé en un pispás.
Después de cenar, me enseñó su cabaña. Para mi gusto, un poco rústica. Me dejó en el dormitorio, se iba a duchar. Me dijo que le esperara, porque íbamos a salir a ver las estrellas. No pude esperar, y me quedé dormida en el suelo frío.
Cuando desperté, estaba en una cama muy cómoda. A mi lado, el gatito azul. Lo acaricié un rato, hasta que noté unos ojos clavados en mi nuca. Al girarme lo ví, ahí sentado , observándome. Seguía igual de guapo.
- “Te quedaste dormida”- me dijo. -“Siento haber chafado tus planes,- dije, tapando mi cara con la colcha- no era mi intención.” .
Se acercó, hasta que tuvo su cara lo suficientemente cerca de la mía para que notase el palpitar de su corazón.
- “Eres tan dulce…”- dijo él, plantándome un beso en la mejilla. Me quedé atontada.
Me incorporé lentamente. Olía un pelín mal, me tenía que duchar.
Salí al exterior, cogí una toalla y me fui a duchar. Cuando volví, me esperaba, con el desayuno en la mesa. Dijo que teníamos planes para esa tarde.
Mientras desayunábamos, no paré de mirarle. Tenía el pelo más largo que de costumbre, y un poco más rizado. Los mechones rubios le caían por la nuca. Estaba muchísimo más alto. Y más fuerte, todo hay que decirlo. Eso sí, seguía conservando la misma sonrisa tan divertida, que me había seducido.
-“¿Tienes ganas de dar una vuelta por el bosque o te vas a quedar dormida?”- preguntó mientras se reía. Decidí no responder, a cambio le miré fijamente a los ojos. Se sonrojó. -“Venga, vámonos, ¿oye, tendrás frío?”- dijo mirándome de arriba abajo. -“¿Tendrías algo para mí? ¿Pantalones, camisetas, alguna chaqueta..?”
Subió corriendo, y al bajar, tenía unas zapatillas, unos vaqueros, una chaqueta y una preciosa camiseta. Todo de mi talla. Qué extraño era todo. Me cambié, y salimos al bosque. Lo de la ropa era bastante raro, no podía comprender como todo fuese de mi gusto y de mi talla, era como si lo hubiese comprado expresamente para mí.
Caminamos en silencio durante un par de minutos. El gato venía conmigo. Lo llevaba en un pequeño zurrón que encontré en la cabaña. Caminamos un trecho más hasta que llegamos a la orilla de un precioso lago de aguas turquesa. Nos sentamos en unas piedras. No sabía por qué, pero me atraía mucho. Tenía ganas de darle un abrazo, pero, por otro lado, no sabía ni dónde estaba ni cómo había llegado allí. Permanecimos mucho rato en silencio. De su mochila sacó un par de bocadillos y dos cantimploras con agua. -“Toma, para que tengas fuerza para la vuelta, será una larga caminata y por la noche será más duro”- dijo, tendiéndome el bocadillo. -“Muchas gracias, pero, ¿es que se va a hacer de noche ya?”- pregunté dándole el primer mordisco al bocata. -“Aquí se hace de noche muy pronto, además, estamos en invierno”- dijo, dándole un sorbo a su cantimplora. Acabamos de comer. Él decidió darse un baño en el lago para refrescarse, yo, en cambio, me quedé en la orilla para disfrutar de unos minutos de soledad.
Cuando salió del agua, yo estaba tendida en el suelo, mirando el cielo. Se tumbó a mi lado, y me miró. Poco a poco se fue acercando a mí y me besó. Lentamente nuestros labios se fundieron. Después de un rato abrazados, el me preguntó: “Todavía no me has contestado”. -“Ni tú a mí”- dije. -“Clara, estás en mi cabeza”- dijo mientras volvía a clavar sus ojos en los míos. “¿En tu cabeza? Eso no puede ser. ¿Cómo he llegado hasta aquí?”- dije mientras las lágrimas brotaban de mis ojos.- “De la misma manera que yo entré en la tuya”- respondió
Todo encajaba, aquel grotesco mundo pero a la vez bello; la ropa…
Todo se tornó negro y desperté en una playa, sola, otra vez.
Para B., siempre.
martes, 11 de enero de 2011
Rosa envenenada.
Salí al jardín. Iba con una camiseta vintage, una falda de tul y unas medias azul cielo. Mis rizos estaban recogidos en una diadema, también azul. Levaba los labios pintados de un suave rosa palo, que los hacía parecer muy delicados.
En una mano, una cesta de mimbre, en la otra unas tijeras de podar. Quería recoger algunas flores, que perfumaran mi habitación. Opté por las rosas.
Al cortar la última me pinche. La sangre brotaba de mi dedo, no paraba de salir. Además, escocía. Entonces comenzó el dolor.
Vendé mi mano, procurando no apretar demasiado para no cortar la circulación sanguínea. Paró de salir sangre, y al cabo de unas semanas la herida cicatrizó, y todo pasó. Las rosas se pudrieron, dieron mal olor. Las cambié y todo sigue igual.
A excepción de ti.
Brevemente, Cler.
En una mano, una cesta de mimbre, en la otra unas tijeras de podar. Quería recoger algunas flores, que perfumaran mi habitación. Opté por las rosas.
Al cortar la última me pinche. La sangre brotaba de mi dedo, no paraba de salir. Además, escocía. Entonces comenzó el dolor.
Vendé mi mano, procurando no apretar demasiado para no cortar la circulación sanguínea. Paró de salir sangre, y al cabo de unas semanas la herida cicatrizó, y todo pasó. Las rosas se pudrieron, dieron mal olor. Las cambié y todo sigue igual.
A excepción de ti.
Brevemente, Cler.
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